miércoles, 22 de agosto de 2012

CHAMULA'S BAR

Después de haber acompañado la obtención del oro olímpico contra Brasil con varias mimosas, lo único que queríamos era un restaurante en donde pudiéramos seguir con el ambiente festivo que ya manejábamos.  Así, siguiendo la recomendación del Flaco -hijo pródigo de Chiapas-, nos dirigimos al que según él, es el único restaurante de auténtica comida chiapaneca en el D.F.

Una vez sorteados ciclotones, maratones, obras públicas, calles cerradas y demás vicisitudes que adornan esta bella ciudad en sábado, por fin llegamos a nuestro destino.  El lugar, como se podría esperar por su ubicación, no es nada fancy.  De hecho, por fuera es como cualquier cantina mexicana y lo decoran sólo algunas artesanías -mi favorita fue el sombrero chamula, misma que en algún momento quise llevarme de recuerdo- en las paredes y un par de pantallas.  Lo que sí llama la atención inmediatamente es que en el centro del restaurante hay un espacio grande y que en una esquina hay algunos instrumentos musicales.

Afortunadamente para nosotros, cuando llegamos, unos amigos ya nos estaban esperando en una mesa grande junto al "espacio vacío" con algo de comida.  Lo primero que me dieron fue camaroncitos pacotilla secos rehidratados con limón y jitomate y cebolla picados.  Sin duda una botana que hay que adoptar.  Se los echas a una tostada con salsa y son una delicia.  También le entramos a los tacos de frijoles negros refritos con chile seco de Simojovel y queso de Chiapas.  La combinación de la grasa de los frijoles, el picante del chile y el ácido del queso quedaba perfecto y sabía buenísimo.  De plato fuerte pidieron una parrillada.  Traía tamales, cecina, tasajo y cochito.  El cochito, que es carne de puerco en adobo de chile pasilla al horno, también muy rico.  Para darles una idea, sabe un poco a cochinita pibil.  El resto, bueno a secas.

Esta vez, las tres bebidas que probé merecen comentario aparte.  Empecé con tascalate, que esta hecho a base de maíz, cacao, achiote, piñones y canela. Se me hace que queda perfecto para desayunar tipo con unas quesadillas.  Me encantó.  Luego vino la estrella del día, el pumpo.  Lo único que tengo que decirles es que cualquier bebida que cada que la van a llevar a tu mesa la anuncian con campana, refresca tanto como agua de piña y hace que te pares a bailar en un restaurante a las 5 p.m., sin duda merece una oportunidad.  Eso sí, cuidado con la cruda, es de dimensiones faraónicas.  Para acabar con toda coherencia, nos dieron licor Comiteco.  Lo único que alcancé a investigar antes de tomármelo y regresar a bailar a la pista Caballo Viejo con un palo de lluvia es que es un fermentado de maguey...

Como se podrán imaginar por lo que cuento, el "espacio vacío" funge como pista de baile cuando el grupo empieza a tocar a media tarde.  Incluso en algún momento, tocan canciones típicas chiapanecas y los comensales, que al parecer en su mayoría son de allá, se prenden, bailan y aplauden.  Si no eres de los que les da miedo salir de lo típico y te gusta la comida mexicana y el buen ambiente, es una súper opción.  Te aseguro no te aburres.

Dato curioso:  Si vas con tu novia y es de las que van mucho al baño, sugiero que no tome mucha agua o que ubique el Vips más cercano...

Mejor forma de llegar:  A menos que seas un experto en transporte colectivo, recomiendo coche.  Tienen valet parking.  

Costo: Si no abusas del ¡pumpo!!! (imagínense al de la barra gritando y tocando la campana) ya con propina, unos $400.  No aceptan AMEX.

Chamula's Bar
Bolívar 438 esquina con Torquemada
Colonia Obrera
D.F.
5519 13 36 / / 5519 55 77

martes, 7 de agosto de 2012

MAXIMO

Después de múltiples recomendaciones de todo tipo de gente (muchos de ellos hipsterillos o aspirantes a hipsterillos) y echarme un "tirito" con varios de mis amigos gracias a la draconiana política de reservaciones, unos cuantos y su servidor nos encontramos alrededor de las 7:30 p.m. en el Maximo para cenar en honor al natalicio de Sánchez.

Cuando entras al local, mismo que está ubicado en una esquina, te das cuenta por qué es tan difícil conseguir una reservación, es muy muy chico.  Adentro no debe haber lugar para más de 20 personas, aunque afuera hay unas cuantas mesas que sumarán unos 10 lugares más.  La decoración es súper simple, de hecho, lo que domina es un candelabro y un alto relieve de lo que, según yo, es un árbol.  La cocina es abierta y se puede ver perfectamente lo movidos que andan los muchachos.

Como éramos más de 6 personas, nos avisaron que no era posible que pidiéramos a la carta y que el chef nos iba a mandar lo que él consideraba los mejores y más representativos platillos del menú en vigor.  Digo "en vigor" porque a decir de la maître, que también es la esposa del dueño y chef, cambian regularmente la carta según lo que su equipo encuentre en el mercado.

Así, después de echar unos mezcalitos para calmar el ansia del viernes por la tarde, empezó a llegar la comida.  Lo primero fue un dip de ajo, ceniza de berenjena, aceite de oliva y queso de cabra con su respectivo pan caliente.  Una delicia, aunque no sé si sea para todos.  El sabor a quemado sobresalía un poco más que los demás y me recordó a lo que saben los bombones quemados en fogata.  Luego vinieron dos platillos de mariscos, uno con camarones y otro con callo de hacha que no estaban especialmente buenos para mi gusto.  Afortunadamente, después nos trajeron unos espárragos con una salsa holandesa muy ligerita, queso y un huevo pochado y un pappardelle con mantequilla y parmesano.  Los dos estaban deliciosos, incluso nos preguntaron si queríamos repetir.  Obviamente así fue.  Hubo dos platos fuertes, un lechón con un poquito de salsa picante, puré de papá y unas muy simpáticas minicoliflores negras que quién sabe de dónde sacaron y pulpo a las brasas en paprika picante.  El lechón estaba como me gusta, piel doradita a punto de chicharrón y la salsa picante combinaba muy bien con la grasita.  El pulpo también estaba muy bueno y la salsa de paprika era digna de unos tres o cuatro pedazos de pan para limpiar el plato a la más pura usanza de las buenas fondas.  Para terminar, y a punto que nos diera una indigestión de tanta comida, trajeron un crumble de ruibarbo, que ese día me enteré es una planta parecida al apio, y un crème brûlée de vainilla.  La verdad, ninguno de los dos tenía nada que hacer con el pulpo o el pappardelle.  De hecho el crumble sabía muchísimo al ponche navideño recalentado, muy ácido.

Si un día quieren quedar bien con alguien de buen diente, es sin duda una muy buena opción.  Los meseros son súper aliviandos y en ningún momento te hacen sentir incómodo como en algunos lugares de comida "sofisticada".  En la nochecita, después de que los comensales le empiezan a pegar a los destilados, el ambiente se pone cotorrón.  Sinceramente me hubiera encantado que la comida estuviera mala para poder decirles a toooodos los que me lo recomendaron que exageraban y que el desastre que fue conseguir una reservación para un viernes en la noche no valía la pena, no fue así.  Vayan y compruébenlo.  Eso sí, reserven.  Una amiga llegó como a las 10:30 p.m. y aun así no consiguió una mesa para dos...

Dato curioso:  El baño está prácticamente en la cocina, lo cual me pareció demasiado raro.

Mejor forma de llegar:  Dado que no tienen valet parking, lo mejor es buscar lugar sobre Tonalá.  Normalmente siempre hay.  

Costo:  Ya con propina, alrededor de los $400, lo cual, considerando la calidad de la comida, está muy bien.  Siguiendo la cadena de pequeños obstáculos, obvio no aceptan AMEX.

Maximo
Tonalá 133
Colonia Roma
D.F.
5264 42 91
Website: http://maximobistrot.com.mx/maximo/